
El día sábado salí con mis compañeros de la universidad a distraerme y librarme de tantas tensiones que me acogen, y oh socorro! bebí y "baile"-pongo la palabra "baile" entre comillas porque es una gran calumnia, embuste, falacia, mentira ya que no sé bailar, ni salsa, merengue, cumbia u otro ritmo musical, no puedo dar más de 2 pasos correctos, como dirían por ahi: tengo dos pies izquierdos.
Y sobretodo bebí, bebí demasiado, a tal punto que solo recuerdo que me recoste en el sofá y lo siguiente es materia de investigación. Muchos dicen que me levanté y pedí permiso al dueño del hogar para arrojar, otros dicen que comense a hablar incoherencias(oh! sorpresa). Desperté tarde, con unas terribles ganas de seguir arrojando todo el fin de semana, me enrumbe a mi hogar.
-Llegué a casa- lo primero que se me ocurrió fue dormir, marmotear, dejar que el peso de mi cuerpo reposase en mi siempre tan acogedor y sobreprotector colchón.
Llego la tarde y junto a ella un terrible dolor de cabeza, una desmesurada jaqueca, y un sonidillo que retumbaba en mi cabeza y me decía: "Nunca más bebas licor".
Estaba deshidratado, sentía que tenía que hidratarme. El agua no bastaba. Es por eso que se me ocurrió la genial idea de comprarme una gaseosa "Coca-Cola" de 3 litros, gélida, fría, como dirían muchos: "Heladita". Y ese fue mi peor error, mi mayor pecado. Comprar esa gaseosa fue mi pase a pasar toda la semana con una fiebre que bordeaba los 38-39 grados, una hipertermia insoportable-casi mortífera-.
Sí, ella tiene la culpa. La Coca-Cola. La maldita.
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